Esperando un auto

El abogado que recurre contra la Administración intentando parar algún desaguisado ambiental siempre desespera hasta que llega el Auto, y no es una automóvil, sino la deseada resolución del tribunal, sobre las medidas cautelares que ha solicitado. Pasa un día más y no llega, mientras, las obras continuan. Puede ser un cielo abierto, una parque eólico, una pista, una presa, una línea de alta o altísima tensión, o cualquier actividad. El cliente y el abogado desesperan: la justicia es así.

Y cuando llega el Auto se puede decir que el pleito se decanta; si la cautelar no se ha conseguido, toca la resignación. Si se consigue, toca intentar ejecutar la paralización, y la guerra continua.

Hoy he estado esperando un Auto en especial. Tiene que ver con una Urogallina y con la depresión de alguien que está realizando su tesis doctoral sobre unas tetraonidas que muy probablemente desaparecerán si mañana no llega ese Auto. Quizás llame el procurador y, sin colgarle, empiece a enviar un mensaje: «Manuel, es posible que aún salvemos tus gallos y puedas acabar la tesis, una tesis de algo vivo y no de historia animal». O quizás no, y haya que esperar el próximo auto.